lunes, 8 de febrero de 2010

Dias de Feria


Durante unos 3 tres días viví la experiencia de estar en una feria itinerante instalada en el jardín botánico de la ciudad de Medellín, en esta ocasión en calidad de vendedor de frituras (pancerotis, palos de queso, salchipapas y tamales) en compañía de mi familia; Eran muchas las expectativas que teníamos pero las necesidades de orden económico fueron más fuertes que cualquier temor y nos embarcamos en esta pequeña aventura.



No sé si fue por lo agradable del sitio pero desde que nos instalamos sentí como si nos estuviéramos adentrando en un universo distinto, era algo así como estar en una empresa sin estructura administrativa ni departamento de personal, olvidando por un momento todos esos elementos con los cuales se hace casi que impensable el trabajo en una empresa, en apariencia puede que todo se resuma a vender, pero estar en una feria lo hace a mi modo de ver algo distinto, por el espíritu de una institución con una gran tradición histórica la cual se hace perceptible (en cierta forma) de verse haciendo lo mismo que personas del antiguo Egipto o en los días del imperio romano, pasando a la edad media donde se empezó a utilizar el término feria propiamente dicho, donde no solo se comerciaban todo tipo de productos si no también conocimiento, principalmente en el gremio de arquitectos y constructores donde ofrecían técnicas de construcción que fueron aplicadas en la edificación de castillos, catedrales y puentes, además de propiciar el encuentro con otras culturas. Algo parecido me paso cuando me vi con gente tan diversa como bogotanos, indígenas, peruanos y hasta gente de la india, compartiendo en un espacio de trabajo menos rígido, donde se podía conversar con los demás expositores, echar un vistazo a los demás toldos y saber un poco de los viajes que hacen a menudo, probar sabores de otras partes como los deliciosos churros con ariquipe de unos bogotanos que por más que he buscado no he podido encontrar otros iguales y mi primer encuentro con una autentica lechona.




Aunque claro que pudo haber sido mejor si no hubieran cancelado la feria por falta de un par de firmas, mientras los organizadores las conseguían se fueron deteriorando los tamales a tal punto que se perdieron, para cuando reanudaron la feria solo nos quedo la preocupación de cómo pagar el dinero que nos prestaron para hacer los dichosos tamales, teniendo que pasar el resto de la feria vendiendo empanadas producto con el cual se han levantado infinidad de parroquias y centros comunales del país, junto con el resto de fritos, logrando pasar de esta forma sin pena ni gloria. Aun así creo que esta experiencia me ha mostrado una parte amable del comercio con relación a otros ambientes como el almacén o el centro comercial tanto como si se es comprador o si se es empleado donde difiere en gran medida el trato y hasta el mismo proceso de compra, así pues resulta gratificante comprobar que hay otros espacios y sobre todo practicas y actitudes comerciales más humanizadas y enriquecedoras que las que uno está acostumbrado a ver en la ciudad. Eso es todo.

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