sábado, 2 de enero de 2010

Alegria olvidada

Era un día como cualquier otro en que tomaba el bus para ir a la universidad y no sé si sea por matar el tiempo o por razones de seguridad que casi siempre uno se fija en las otras personas que toman el mismo bus que uno , desde que lo paran con el dedo hasta que se sientan o se aferran a las barras laterales sin la idea de que algo así pueda aportar algo en absoluto, lo digo porque ese día siguiendo aquel impuso inconsciente vi como ingresaba un niño de unos 7 u 8 años, después de haber tomado asiento paso la registradora una mujer muy bonita que probablemente sea la madre, tras el característico traqueteo de la registradora la mujer se quedo parada un momento buscando al chico, una vez lo vio le dedico una sonrisa que de inmediato me llamo poderosamente la atención, y es que había algo que definitivamente iba más allá de ser una bella sonrisa, no tenía nada que ver con las que encuentra uno en avisos publicitarios con modelos despampanantes, por más que lo intentaba no podía saber por que me había impresionado tanto; Algunos meses después vi esa misma expresión cuando estaba repartiendo unos volantes en la playa (la avenida) cuando un pequeño agarrado a la mano de una mujer me quito uno de los volantes, la madre (supongo) al ver aquella muestra de arrojo por parte del pequeño le dedico la misma encantadora expresión que la mujer del bus, aun así no supe como clasificar o nombrar en detalle aquel fugaz gesto, mucho menos determinar por qué me había parecido tan importante, pero sin duda me hizo pensar en el hecho que las relaciones entre hombres y mujeres son a menudo difíciles y al recordar la expresión de aquellas mujeres y de muchas más que he visto me asalta la idea de que en algún momento las cosas no siempre fueron tan complicadas, partiendo desde el principio cuando es la mujer quien nos da la mejor morada que jamás hayamos tenido, muestra de ello es que cuando nos llega la hora de abandonar su interior lo primero que hacemos es romper en llanto, de su mano vemos el mundo cuando las acompañamos los fines de semana a hacer las compras al supermercado, sorteando aquella marea incomprensible de personas, locales y ruido propios del centro y las plazas de mercado.


Reconozco sin ningún pudor que tarde bastante en comprender que lo que me llamo la atención de aquellas escenas era la misma alegría del momento, la cual podría decir que posee un carácter único o por lo menos distinto el cual se da en determinada etapa de la vida, es mas, aquella ternura que despertábamos en las mujeres indistintamente que se trataran de nuestras madres va desapareciendo tal vez para siempre conforme vamos creciendo de manera que haciendo el ejercicio de comparar la sonrisa de una mujer enamora con la de la anécdota antes referida resulta que son muy distintas sin dejar de ser risas y expresiones que claramente denotan felicidad.


Tal vez dentro de toda la diversidad que hay en el planeta estamos llamados a brindar distintas formas de alegría, pero nadie puede negar que al crecer aumentan los problemas y las desdichas pero sobre todo la facilidad de tener desacuerdos, reconocer y generar distancias, casi con la misma rapidez que llegamos a despertar aquella bella expresión de ternura en una mujer nos vemos militando en algún bando, ocupando las filas en una guerra de sexos, disparando chistes de mal gusto, sembrando debates que no llegan a ninguna parte más que al desprecio mutuo o esgrimiendo ideas tan facilistas y herradas como la de que "nuestras madres son unas santas y el resto de las mujeres son unas perras" y viceversa; Tal vez fue por eso que me pareció tan notable ver esa única clase de felicidad en el rostro de aquellas mujeres y mas siendo proporcionada por una persona que probablemente en un futuro hable mal precisamente de las mujeres, a lo mejor algo de esa ternura perdida hace algún destello en una tímida caricia, mirada, gesto que nos dice que somos queridos por esa persona especial o en la emoción que provoca el sentir la tibieza del cuerpo de la amada.


Volviendo a la escena del bus ignoro si los que viajaban en ese momento lograron ver aquella expresión aparte del chico, el cual seguramente sintió la misma sensación que yo durante aquellos pocos segundos que duro aquel gesto, que logro transmitir de una forma tan certera precisa y sobre todo sincera, mejor que cualquier palabra o anuncio algo tan simple como la seguridad de que "¡¡todo estaba bien, que en ese momento las cosas estaban marchando bien!!". A pesar de los breves segundos que duro aquel gesto aun lo conservo, lo que me hizo acordar que en el ensayo una "habitación propia" de Virginia Woolf hizo referencia a lo escaso que es encontrar en la literatura algo que denominaba como la unión de la inteligencia de la mujer y el hombre, creo que algo como eso fue lo que pude presenciar en esos escasos segundos y en caso que ese tipo de alegría pertenezca solo a una etapa de nuestras vidas no estaría mal recordar, mas aun cuando parece haber tantos puntos de discordia al llegar a la madurez, creo que es precisamente porque olvidamos por completo alegrías como las que acabo de describir, tal vez de no olvidarlo recobremos la voluntad de brindar esas únicas alegrías y respetos mutuos que correspondan con nuestras diferentes etapas.

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