Las veces que sacábamos tiempo para hacer una pausa (no crean que esto de repartir volantes cansa) el muchacho a quien voy a llamar Julio para proteger su identidad me contó que la semana pasada había hecho la confirmación, cosa que me sorprendió pues estaba algo mayor para eso, aunque no me dijo su edad fácilmente estaría entre 15 y 17 también me contó (más bien con pocos detalles) algunos incidentes que tuvo con una pandilla llamada "los rojos" pero ahora estaba juicioso trabajando y formando parte del grupo juvenil de la parroquia de su barrio donde además había una muchacha que lo traía algo enamorado, aparte de eso me entere que el grupo de muchachos que trabajan en la otra cuadra limpiando parabrisas eran presuntamente todos miembros de una misma familia, a veces se les ve reunidos a todos en torno a la figura de un anciano y nadie sabía con certeza quién era o de donde venia, por otra parte y ya con un poco mas de confianza Julio le pregunto al vendedor de celulares como le había ido, - hoy no se hizo nada - nos dijo, pero después nos comento que el desquite lo tenía en la cantina donde juega partidas de billar apostando con otros y al parecer no lo hacía tan mal, una vez se alejo de nosotros Julio me comento que el tipo era buena gente pero lo que no lo dejaba progresar era el perico; ya estaba oscureciendo y el cansancio cada vez más se apoderaba de nosotros y para nuestros cerebros llenos de ruido y esmog lo único que parecía inmutable eran los fajos de volantes que faltaban por repartir, la mayoría de personas que estaban en el semáforo ya se habían ido y solo quedamos los dos, estábamos cansados sentados en el andén esperando que llegara el sujeto que nos paga 25 mil pesos el día, mientras mirábamos un hombre que estaba vendiendo unas chupetas con forma de corazón a los conductores, lo curioso de aquel hombre era que si no le compraban las chupetas dejaba que la persona se quedara con ellas y no permitía que se las devolvieran según el así "probaba mas finura" nos dijo sacando del bolsillo una botella con aguardiente aunque por el olor que despedía parecía más que fuera alcohol de farmacia, tomo un trago y luego le dio la botella a un gamín que presuntamente era su amigo, el gamín vació algo del contenido de la botella y se lo unto en el rostro luego tomo su correspondiente trago y tal como llego se fue, cosas de calle eso fue lo que pude registrar como mero observador en tan solo medio día parado en un semáforo mas allá del drama con el que pintan las cosas en televisión sin música de fondo solo con el ruido de los autos, la incertidumbre y resignación ante cualquier cambio en el clima, la mirada y los oídos abiertos para evitar problemas, que los cuentos y las anécdotas con una sonrisa y siendo amables prácticamente se cuentan solas.
martes, 26 de enero de 2010
Medio dia en un semáforo
Etiquetas:
John Saenz,
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ocurrencias
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que buen post, hace rato no leia algo tan agradable de seguir XD
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