martes, 26 de enero de 2010

Carolina Sanin - Todo en otra parte

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Por momentos quise desistir de seguir leyendo este libro pero seguí, mas tarde me di cuenta que le había pasado lo mismo a otras personas que lo habían leído y que al final lograron terminarlo y es que a veces resulta difícil, sobre todo si se está acostumbrado a las historias donde la trama se pone de manifiesto y es fácil seguir, por lo que “todo en otra parte” puede desesperar un poco, pero al segur leyendo me di cuenta que por complicado que parezca algo se queda con uno, al principio puede que uno no sepa que es o por lo menos tenga las palabras para contar esa idea o pensamiento surgida de la lectura, en este caso parece complicarse un poco más teniendo en cuenta las intenciones que tenia la autora con respecto al libro “Tenía la intención de decir sólo aquello que no pudiera decir hablando; de contar sólo lo que no sabía cómo contar” y por un momento así me he quedado yo, sin saber que o como contar algo sobre esta interesante novela al adentrarse en la historia y sobre todo al ver los diálogos uno tiene la sensación como de haber llegado tarde a un acontecimiento del cual solo se tiene que conformar con escuchar comentarios parciales, dispersos y hasta incoherentes del suceso, que ni siquiera es posible reconstruir por los medios de comunicación en este caso “Los Mundos” que curiosamente dejaron pasar de largo un suceso como el de la toma del teatro Dubrovka, creo que en la vida real no escapamos a la insustancialidad al chisme y la indiferencia, por muchos avances que hayamos hecho nos damos cuenta que no son suficientes, lo que sabemos solo es una parte de algo mayor y en algún momento somos consientes que vivimos de la apariencia; por otro lado Carolina Sanin menciono que en una ocacion alguien le habia dicho que la novela era artificial, sintetica, no creo que el comentario fuera en sentido peyorativo, a mi me parecer muy humana, precisamente porque en el transcurso de la historia es uno como lector el encargado en cierta medida de sentar una posición y decidir si sigue el juego de apariencias o de incoherencias o por el contrario buscar un significado, algo más profundo, algo así como buscar en esa otra parte los que hace falta. Solo me queda decir que Todo en otra parte es una novela poco convencional y un tanto difícil pero atractiva, dentro de todos esos vericuetos y situaciones casi incomprensibles hay algo que nos obliga a mirarnos, pero desde el lente de una autora que ha sabido ser fiel a su instinto, sus inquietudes y sobre todo su mirada unica y original.

A continuación pondré a disposición algunos enlaces acerca del libro, recomiendo el primero que precisamente fue escrito por Carolina Sanín el cual menciona algunos aspectos del proceso creativo para llevar a cavo el libro




Medio dia en un semáforo

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El pasado diciembre repartí volantes para un evento llamado expo artesanía y gastronomía en el jardín botánico de la ciudad de Medellín, por suerte la esquina donde tenía que repartir quedaba cerca del museo de arte moderno que es donde estaba haciendo las practicas.Como era la primera vez que hacia este trabajo lo primero que tenía que hacer era familiarizarme con el entorno, sobre todo para estar seguro de no invadir el territorio de otro repartidor, esto es bien importante dado que con el alto índice de desempleo las calles y los semáforos se han convertido en las oficinas del trabajador informal, así que al primer vistazo pude ver un grupo de muchachos con trapos y limpia parabrisas, eran unos 6 o 7 y a juzgar por el aspecto y lo curtidos que se les veía de tanta calle no creí prudente hacerme junto a ellos, así que me fui una cuadra atrás donde estaba un vendedor de celulares y minutos, una vez saque los volantes para repartir me abordo un joven que me pregunto que estaba repartiendo, muy calmada mente (pero siempre presto a huir) le mostré el volante del evento, al verlo el muchacho saco un fajo de los mismos volantes los cuales también se encontraba repartiendo así que nos dedicamos a repartir los volantes a lado y lado de la calle, incomodando taxistas, pasajeros, propietarios de autos particulares y peatones hasta tuve la oportunidad de encontrarme con profesores de la universidad, compañeros de clase, un amigo que andaba perdido y para rematar me gane una propina de mil pesos por golpear con un tubo el sistema de arranque de un renault 4
Las veces que sacábamos tiempo para hacer una pausa (no crean que esto de repartir volantes cansa) el muchacho a quien voy a llamar Julio para proteger su identidad me contó que la semana pasada había hecho la confirmación, cosa que me sorprendió pues estaba algo mayor para eso, aunque no me dijo su edad fácilmente estaría entre 15 y 17 también me contó (más bien con pocos detalles) algunos incidentes que tuvo con una pandilla llamada "los rojos" pero ahora estaba juicioso trabajando y formando parte del grupo juvenil de la parroquia de su barrio donde además había una muchacha que lo traía algo enamorado, aparte de eso me entere que el grupo de muchachos que trabajan en la otra cuadra limpiando parabrisas eran presuntamente todos miembros de una misma familia, a veces se les ve reunidos a todos en torno a la figura de un anciano y nadie sabía con certeza quién era o de donde venia, por otra parte y ya con un poco mas de confianza Julio le pregunto al vendedor de celulares como le había ido, - hoy no se hizo nada - nos dijo, pero después nos comento que el desquite lo tenía en la cantina donde juega partidas de billar apostando con otros y al parecer no lo hacía tan mal, una vez se alejo de nosotros Julio me comento que el tipo era buena gente pero lo que no lo dejaba progresar era el perico; ya estaba oscureciendo y el cansancio cada vez más se apoderaba de nosotros y para nuestros cerebros llenos de ruido y esmog lo único que parecía inmutable eran los fajos de volantes que faltaban por repartir, la mayoría de personas que estaban en el semáforo ya se habían ido y solo quedamos los dos, estábamos cansados sentados en el andén esperando que llegara el sujeto que nos paga 25 mil pesos el día, mientras mirábamos un hombre que estaba vendiendo unas chupetas con forma de corazón a los conductores, lo curioso de aquel hombre era que si no le compraban las chupetas dejaba que la persona se quedara con ellas y no permitía que se las devolvieran según el así "probaba mas finura" nos dijo sacando del bolsillo una botella con aguardiente aunque por el olor que despedía parecía más que fuera alcohol de farmacia, tomo un trago y luego le dio la botella a un gamín que presuntamente era su amigo, el gamín vació algo del contenido de la botella y se lo unto en el rostro luego tomo su correspondiente trago y tal como llego se fue, cosas de calle eso fue lo que pude registrar como mero observador en tan solo medio día parado en un semáforo mas allá del drama con el que pintan las cosas en televisión sin música de fondo solo con el ruido de los autos, la incertidumbre y resignación ante cualquier cambio en el clima, la mirada y los oídos abiertos para evitar problemas, que los cuentos y las anécdotas con una sonrisa y siendo amables prácticamente se cuentan solas.



sábado, 2 de enero de 2010

Alegria olvidada

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Era un día como cualquier otro en que tomaba el bus para ir a la universidad y no sé si sea por matar el tiempo o por razones de seguridad que casi siempre uno se fija en las otras personas que toman el mismo bus que uno , desde que lo paran con el dedo hasta que se sientan o se aferran a las barras laterales sin la idea de que algo así pueda aportar algo en absoluto, lo digo porque ese día siguiendo aquel impuso inconsciente vi como ingresaba un niño de unos 7 u 8 años, después de haber tomado asiento paso la registradora una mujer muy bonita que probablemente sea la madre, tras el característico traqueteo de la registradora la mujer se quedo parada un momento buscando al chico, una vez lo vio le dedico una sonrisa que de inmediato me llamo poderosamente la atención, y es que había algo que definitivamente iba más allá de ser una bella sonrisa, no tenía nada que ver con las que encuentra uno en avisos publicitarios con modelos despampanantes, por más que lo intentaba no podía saber por que me había impresionado tanto; Algunos meses después vi esa misma expresión cuando estaba repartiendo unos volantes en la playa (la avenida) cuando un pequeño agarrado a la mano de una mujer me quito uno de los volantes, la madre (supongo) al ver aquella muestra de arrojo por parte del pequeño le dedico la misma encantadora expresión que la mujer del bus, aun así no supe como clasificar o nombrar en detalle aquel fugaz gesto, mucho menos determinar por qué me había parecido tan importante, pero sin duda me hizo pensar en el hecho que las relaciones entre hombres y mujeres son a menudo difíciles y al recordar la expresión de aquellas mujeres y de muchas más que he visto me asalta la idea de que en algún momento las cosas no siempre fueron tan complicadas, partiendo desde el principio cuando es la mujer quien nos da la mejor morada que jamás hayamos tenido, muestra de ello es que cuando nos llega la hora de abandonar su interior lo primero que hacemos es romper en llanto, de su mano vemos el mundo cuando las acompañamos los fines de semana a hacer las compras al supermercado, sorteando aquella marea incomprensible de personas, locales y ruido propios del centro y las plazas de mercado.


Reconozco sin ningún pudor que tarde bastante en comprender que lo que me llamo la atención de aquellas escenas era la misma alegría del momento, la cual podría decir que posee un carácter único o por lo menos distinto el cual se da en determinada etapa de la vida, es mas, aquella ternura que despertábamos en las mujeres indistintamente que se trataran de nuestras madres va desapareciendo tal vez para siempre conforme vamos creciendo de manera que haciendo el ejercicio de comparar la sonrisa de una mujer enamora con la de la anécdota antes referida resulta que son muy distintas sin dejar de ser risas y expresiones que claramente denotan felicidad.


Tal vez dentro de toda la diversidad que hay en el planeta estamos llamados a brindar distintas formas de alegría, pero nadie puede negar que al crecer aumentan los problemas y las desdichas pero sobre todo la facilidad de tener desacuerdos, reconocer y generar distancias, casi con la misma rapidez que llegamos a despertar aquella bella expresión de ternura en una mujer nos vemos militando en algún bando, ocupando las filas en una guerra de sexos, disparando chistes de mal gusto, sembrando debates que no llegan a ninguna parte más que al desprecio mutuo o esgrimiendo ideas tan facilistas y herradas como la de que "nuestras madres son unas santas y el resto de las mujeres son unas perras" y viceversa; Tal vez fue por eso que me pareció tan notable ver esa única clase de felicidad en el rostro de aquellas mujeres y mas siendo proporcionada por una persona que probablemente en un futuro hable mal precisamente de las mujeres, a lo mejor algo de esa ternura perdida hace algún destello en una tímida caricia, mirada, gesto que nos dice que somos queridos por esa persona especial o en la emoción que provoca el sentir la tibieza del cuerpo de la amada.


Volviendo a la escena del bus ignoro si los que viajaban en ese momento lograron ver aquella expresión aparte del chico, el cual seguramente sintió la misma sensación que yo durante aquellos pocos segundos que duro aquel gesto, que logro transmitir de una forma tan certera precisa y sobre todo sincera, mejor que cualquier palabra o anuncio algo tan simple como la seguridad de que "¡¡todo estaba bien, que en ese momento las cosas estaban marchando bien!!". A pesar de los breves segundos que duro aquel gesto aun lo conservo, lo que me hizo acordar que en el ensayo una "habitación propia" de Virginia Woolf hizo referencia a lo escaso que es encontrar en la literatura algo que denominaba como la unión de la inteligencia de la mujer y el hombre, creo que algo como eso fue lo que pude presenciar en esos escasos segundos y en caso que ese tipo de alegría pertenezca solo a una etapa de nuestras vidas no estaría mal recordar, mas aun cuando parece haber tantos puntos de discordia al llegar a la madurez, creo que es precisamente porque olvidamos por completo alegrías como las que acabo de describir, tal vez de no olvidarlo recobremos la voluntad de brindar esas únicas alegrías y respetos mutuos que correspondan con nuestras diferentes etapas.