lunes, 16 de mayo de 2011

Saul Bellow - Herzog

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Hersog es un hombre que se encuentra trastornado tras su segundo divorcio, su vida bien podría ser como la de cualquier ser humano que no esta al margen de los fracasos, en el trabajo, como padre, esposo e hijo, podría uno pensar de todo esto que ante este panorama todo esta perdido, pero como en la realidad hay que seguir así sea dándole vueltas y vueltas al esos asuntos. Herzog empieza a escribir una serie de cartas que no envía nunca a diversos personajes vivos o muertos dicho sea de paso como políticos, filósofos, sus ex esposas, a si mismo y hasta a Dios.

El libro es algo así como un monologo del protagonista, haciendo que sea imposible salirse de él en todo el relato, lo que hace que en ciertos momentos se pregunte uno como hubieran sido los pensamientos de los otros personajes (por lo menos así a sido en mi caso) este trasegar de los pensamientos en constante movimiento intentan captar todo, interrogando, buscando una razón, una salida, la cual se vislumbra en las ultimas paginas del libro, tal vez pueda parecer una historia aburrida pero no hay duda que Bellow es un gran escritor porque a pesar de las múltiples referencias históricas, filosóficas, literarias y religiosas no hace que el texto sea inasequible, por el contrario hace que despierte más el interés así uno no posea un conocimiento amplio de los temas, cualidad que en verdad se le agradece; Ademas de esto se puede notar un cierto aire cómico y hasta patético, sobre todo en los momentos en que Herzog asume su papel de victima ante los demás, sin dejar a un lado ese lado oscuro y duro de la realidad así mismo otro aspecto interesante de esta lectura son los contactos del protagonista con personas de otras culturas.
         
Finalmente el acto fallido de comunicación que constituye la correspondencia no enviada tal vez obedezca a la practica de no echarle tierra a los fracasos, a los malos recuerdos cosa que muchos no aconsejan hacer, pues de tanto escarbar uno solo en su propio interior es posible perderse, intoxicarse de alguna forma de uno mismo, el mismo Herzog reconoció estar a un paso de la locura, pero después logra darse cuenta que los demás no son los culpables de su desdicha si no él mismo, los conocimientos que posee, los que ostenta la clase intelectual una vez que hacen parte de él no están exentos de aquella tendencia que tenemos los hombres que es la de engañar, sobre todo engañarnos a nosotros mismo.       

Así pues nos encontramos ante un viaje con su dosis de patetismo, humor y riesgo (locura) una lectura diferente, sin inmediatismo ni  entretenimiento ligero, un libro que permanece vigente y que sin duda merece ser discutido.